miércoles, 31 de agosto de 2011

Cada día, más bello

Curioseando un poco por mi blog, con más que una incipiente pereza que me ha estado acompañando durante todo el verano, fruto del matrimonio entre una ferritina bajo mínimos y un estío bastante bochornoso, caigo en la cuenta de que mi post más visitado es el que publiqué el 20 de mayo de 2010, titulado “El corazón más hermoso”.


La fábula que narro no es mía ni sé su procedencia, pero como todas las fábulas tiene una moraleja, y en este caso, de las que te dejan con tu propio corazón sobrecogido y con la cabeza dándole vueltas al mensaje.

Para poder compartir este bello cuento, un buen amigo tuvo a bien prestarme su corazón, y lo digo en sentido casi literal, porque la imagen que ilustra mi post es una obra de su creación, perteneciente a una serie de exvotos titulada "I don´t think you know what pain is" que él creó en su día.


“Nadie es profeta en su tierra” me dijo cuando le felicitaba porque esta serie fue expuesta en la exposición Neue Urbane Kulturen in Spanien (Nuevas culturas urbanas en España) en el Freies Museum de Berlín. Yo, en aquel momento, me acordé de Antonio Banderas, que tuvo que irse a Estados Unidos para que aquí lo empezáramos a ver con otros ojos.

Ojalá Pedro tenga la misma suerte que Antonio, se lo merece; no sólo es buena gente y un magnífico profesor y director de teatro, es un ARTISTA.


Su obra ya ha salido de las fronteras españolas rumbo a Europa y me alegra mucho pensar que, con mi post, he colaborado un poquito en que su obra viaje también al otro lado del Atlántico.


No sé cómo y con qué intención, mi post ha sido tan visitado, lo más seguro es que haya sido buscando esta fábula tan hermosa. Sea como fuere, quiero agradecérselo a toda aquella persona que se haya parado un poquito en este rincón tan personal y que haya leído tan bello cuento y admirado ese corazón tan sugerente que lo ilustra.

domingo, 14 de agosto de 2011

Así da gusto cumplir años

Cuando cumplí dieciocho años, a la euforia innata de ese día le acompañó un cierto sentimiento de inquietud ante el futuro, como si la salvaguardia que me otorgaba la minoría de edad hubiera desaparecido y me encontrara en ese momento totalmente expuesta y sin defensas ante el mundo.

Hoy también celebro una mayoría de edad, o mejor dicho, celebramos, mi marido y yo nuestros dieciocho años de casados. Un día como hoy, 14 de Agosto, que, coincidencias de la vida, resultó ser primer sábado de la feria de Málaga (los que son de aquí saben todo lo que eso conlleva), a las seis de la tarde comenzamos nuestro proyecto de vida en común.


Me gusta muchísimo esta expresión, “proyecto de vida en común”, que a simple vista puede resultar algo técnica y fría, pero que encierra un contenido muy profundo aunque no resulta tan romántica al oído como otras expresiones.

¿Hacer balance de todos estos años? Dieciocho años dan para que ocurran muchas cosas, buenas y malas, épocas de vacas gordas y épocas de vacas flacas como la actual, amistades que se rompen y amistades que llegan, seres queridos que se van y seres queridos que nacen… Yo no vacilo al decir rotundamente que el balance es POSITIVO, así, en mayúsculas. Los sentimientos de aquel día se han ido transformando a mejor después del tiempo vivido, la incertidumbre de mis primeros dieciocho años ni estuvo entonces ni ahora, así que podemos decir que nuestro matrimonio es ya mayor de edad, que no es lo mismo que decir que está viejo.


Gracias a Dios, no somos los únicos; en estos tiempos “rápidos” que nos ha tocado vivir hay muchas más parejas como nosotros. ¿Fórmula mágica? No existe, sólo hay una serie de ingredientes que cada persona posee en su interior y que solamente hay que saber descubrir y sacarlos fuera: empatía, entrega, sacrificio, renuncia, paciencia, templanza, alegría y amor; este último nos viene de serie, aunque no nos lo creamos. Nos lo regaló Dios y es una pena no compartirlo.


En cuanto a nosotros, mi marido me pregunta que cómo podemos estar juntos siendo tan diferentes, porque lo somos, y un rato largo: para las comidas, para la música, para la ropa, para los colores (¡ay, ese beige del salón!), para… pero yo le contesto que él es mi ying y yo soy su yang.


Yo le conozco metido dentro de un saco y, aún así, no deja de sorprenderme; amo todas sus virtudes, pero también amo todos sus defectos, porque unos y otros le hacen ser quien es. Es mi media naranja y, a veces, mi medio limón.


Así que hoy, que cumplimos dieciocho añitos de casados, estamos tan felices como en la foto, eso sí, con más canas, más kilillos y más achaques, y nuestro plan para hoy es celebrarlo, en compañía de aquellos que también estuvieron a nuestro lado aquel 14 de Agosto de 1993, y que nos han acompañado a lo largo de todos estos años y que esperamos que nos acompañen en nuestras bodas de plata, y como no, en las de oro.

Y, como le dijo Melanie a Antonio: ¡Joseíto, te quiero una jartá!