Son las diez de la mañana, en casa todos duermen; bueno, todos no, aún hay quien no ha aparecido y servidora ya anda en pie, pero no desde hace mucho.
Bueno, estrenamos otro año. A ver cómo se nos da. Porque
depende de cada uno, también de la vida, de cómo se vaya dando por lo que
únicamente debemos VIVIR, que no es poco.
Con el tiempo voy aprendiendo a no comer ansias, a
vivir a corto plazo, a distancias cortas y la vida me va guiando, quiera o no
quiera. Siempre me emociono al comer las
uvas, no puedo evitarlo y me pregunto que nos traerá cada nuevo año. Llegados a
estos inicios del 2016, sólo pido salud, para los míos y para mí misma, lo
demás ya se irá dando, sin prisa pero sin pausa.
Ya no sueño sueños imposibles y voy disfrutando de
los pequeños placeres que me da la vida; por lo pronto, éstas han sido unas
navidades muy especiales, unas navidades EN FAMILIA, con mayúsculas; no sólo
con la mía propia, que es ya de por si una bendición, el mejor regalo que me
pudo traer el Señor sino también por los momentos compartidos con los amigos,
esa “familia” que escogemos voluntariamente y que nos acompaña en la
cotidianidad. Una mesa compartida con aquellos a los que quieres y te quieren,
con los que estás cómoda simplemente siendo tú misma es el mayor de los
placeres y el mejor de los regalos.
Si me preguntan “¿eres feliz?”, respondo: “sí, lo
soy”, a pesar de mis miedos, de mis inseguridades; la felicidad no es efímera,
simplemente está compuesta de pequeños momentos, de instantes preciosos, de
reencuentros largamente deseados, de compartir una buena botella de vino
delante del Portal de Belén, de sentirse en paz. Aún nos queda la visita de sus
Majestades de Oriente, pero yo ya he recibido todo lo que pedí y me siento
agradecida.
Os deseo todo lo mejor en este año que empieza: mucha
salud, fuerza para luchar, ganas de soñar, ilusión por vivir y que la esperanza
de un mundo mejor os acompañe siempre en vuestro día a día. ¡Feliz 2016!