Hace unos días recibí una llamada de teléfono desde una tienda de telefonía móvil, informándome de una promoción por la que podía cambiar de móvil con un descuento de x euros más mis puntos acumulados por cliente. Y aunque no necesito perentoriamente cambiar de aparato, a pesar de que el tamaño de mis dedos es incompatible con el de mi móvil, me acerqué al establecimiento a ver que me ofrecían.
Para empezar, la chica que me llamó por teléfono no estaba, pero me atendió una compañera con grandes dotes comerciales y bastante charlatana, y haciendo caso omiso a la vocecilla interna que me advertía sobre su tono compadre de “tú y yo hemos comido en el mismo plato”, le pregunté qué me ofrecía.
De entre toda la exposición de móviles, me gustó uno en particular, pero he aquí que para poder llevármelo tenía que pagar un suplemento de 29 euros. Le dije que entonces no me interesaba cambiar por el momento pero ella me contestó muy afusiva: “¡No te preocupes, yo te añado puntos, tú me traes un móvil cualquiera que tengas en casa y te lo llevas sin coste alguno!” “¿Seguro, seguro?” le pregunté yo, “Por supuesto” me contestó. Así que la tarde siguiente, haciendo un forzado hueco en mi agenda diaria, me presenté de nuevo en la tienda, móvil antiguo en mano.
Después de sacar número y esperar un rato, llegó mi turno. Con su estilo familiar y campechano, la dependienta sacó del almacén el aparato de mis deseos y me pidió el viejo; le hizo muchísima gracia que viniera con su embalaje original, su cargador y todo en buen estado (de hecho, el móvil funciona), le desmontó la batería y fue a pasarlo por el escáner. Aquí vino la sorpresa, resulta que ahora no me descontaba nada por el móvil, ya que el modelo era antiguo. Me preguntó si no podía llevarle otro, le dije que no, así que no me quedaba más remedio que acoquinar 29 euros para poder llevarme el aparato nuevo.
Llegados a este punto le contesté que para eso, me quedaba como estaba, pero que eso no era lo que ella me había constatado el día antes. He aquí cuando su tono amigable se tornó algo chusco con un “¿Cómo, cómo, cómo?” bastante fuera de tono, al que yo respondí en un tono “perdona bonita, pero tengo más años que tú, y sé hablar con educación” diciéndole que, con absoluta certeza, ella me había ofrecido el terminal nuevo a cambio de CUALQUIER móvil (me pregunto qué significado tiene la palabra “cualquier” para ella), y me marché con la cabeza levantada, muy digna, aunque el coraje lo llevaba por dentro.
En el camino de vuelta a casa le daba vueltas al tema: qué hay que ver qué poca vergüenza, mi gozo en un pozo, y frases por el estilo. Llegué a varias conclusiones: que nadie vende duros a cambio de cuatro pesetas, que aquella célebre frase de “el cliente siempre lleva la razón” ha quedado obsoleta, que vivimos en una espiral de consumismo en la que todos giramos más o menos rápido (porque, en realidad, ¿para qué quiero yo otro móvil si éste funciona a las mil maravillas para lo que yo necesito) y en resumen, que para qué me voy a irritar, habiendo cosas más importantes por las que preocuparse. Al menos, la experiencia ha servido para algo: la musa de la inspiración me ha visitado dando forma a este post.
Ahora, que una cosa sí quiero decir: lo a gustito que yo me quedaría si me llamaran en otra ocasión de la misma tienda y les dijera que cómo quieren la pedorreta, si en mono o en estéreo.
1 comentario:
Hola Lupe vaya chasco , a veces llaman y dicen que son una de una compañía y son otros subcontratas que solo se dedican a llamar y llamar.
Yo desde lugo no hago caso, mi marido me dice comprate libre el que quieras y no tienes que dar nada ni ser engañada porque hemos estado en varias compañías y toda una estafa y encima si son de prepago pones 10 y te sablean 5.
Nosotros ahora somos de Symio con contrato y la niña con tarjeta, y pagas lo que gastas nada más.
Bueno niña no te sofoques..
que manda el qeu paga..
besitoss guapaaaaaaaa
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