Hoy es el Día Mundial de los propósitos; los hay ya clásicos, como dejar de fumar, apuntarse a un gimnasio y adelgazar, aprobar los suspensos, etc. Los hay más innovadores, e incluso transgresores; en fin, los hay de tantas clases como personas somos.
El caso es que, visto de cierta manera, hoy no es un buen día para empezar a cumplir dichos propósitos. Sentada frente a la ventana, observo a la gente que pasa por la calle y a los padres columpiando a sus hijos en el parque que tengo justo enfrente. Hoy es un día raro, casi perdido, hoy es un día de resaca y no necesariamente por el alcohol; el simple hecho de robarle al sueño dos o tres horillas ya es motivo de que “amanezcamos” con el cuerpo rebotado, y lo digo con comillas porque la inmensa mayoría hemos aprovechado la cama hasta bien entrado el mediodía. Atrás quedaron los tiempos de rematar la noche con chocolate y churros, con los pies embutidos en unos tacones de infarto, hartos de bailar durante horas. Ahora, con el champán de las uvas y dos mojitos ya tenemos la noche hecha.
Hoy es un mal día para empezar a hacer régimen. Nos queda todo lo que nos sobró anoche de la cena, que todos los años decimos lo mismo, que no vamos a cocinar tanto y luego pasa lo que pasa, que volvemos a caer en el mismo error 365 noches más tarde. Pero aún hay más, nos queda el Día de Reyes, con esos roscones divinos, rellenos o no. Sin hablar, que hay que rematar restos de turrones y mantecados. O sea, que lo del régimen vamos a dejarlo para febrero.
Lo de estudiar también puede esperar, que para eso hay vacaciones hasta el día 9.
Me parece a mí que estamos empezando regular, ¿no? Así que, visto lo visto, este año me hago el propósito de no hacer propósitos, que luego no los cumplo y me da más coraje. Conforme vaya viniendo la cosa iré actuando.
Al menos, intentaré centrarme en no perder la coherencia, esa que creo que voy adquiriendo con el paso de los años, y con la que me toca lidiar en esa vorágine en la que parece convertirse la vida hoy en día, aunque a veces me sienta como un bicho raro.
En cuanto a los despropósitos, mejor ni acordarse de ellos. Este año que se ha ido ha sido en sí mismo un despropósito total, incluso con nombre propio: 2011. ¡Menudo año! Pésimo para muchas familias. Si tuviera color, sería el negro. Espero que todo lo vivido nos sirva de lección a todos, ciudadanos de pie y políticos, para que no se vuelva a repetir. Tengo una máxima en la que creo a pies juntillas: “Para atrás, ni para tomar impulso”. Llegados a este momento, creo que es de justicia darle un ligero matiz, y perdonadme la expresión: “y para atrás, para no cargarla otra vez” que creo que nos vendría fenomenal a todos.
Este año va a ser un año muy serio, austero incluso y bastante duro pero creo que iremos a mejor, aunque sea poquito a poco. Pongamos todos un poquito de nuestra parte para que poco a poco, al rostro del 2012 le vaya naciendo una sonrisa y un gesto de alivio. Por nosotros y por las generaciones venideras. Eso espero.
El caso es que, visto de cierta manera, hoy no es un buen día para empezar a cumplir dichos propósitos. Sentada frente a la ventana, observo a la gente que pasa por la calle y a los padres columpiando a sus hijos en el parque que tengo justo enfrente. Hoy es un día raro, casi perdido, hoy es un día de resaca y no necesariamente por el alcohol; el simple hecho de robarle al sueño dos o tres horillas ya es motivo de que “amanezcamos” con el cuerpo rebotado, y lo digo con comillas porque la inmensa mayoría hemos aprovechado la cama hasta bien entrado el mediodía. Atrás quedaron los tiempos de rematar la noche con chocolate y churros, con los pies embutidos en unos tacones de infarto, hartos de bailar durante horas. Ahora, con el champán de las uvas y dos mojitos ya tenemos la noche hecha.
Hoy es un mal día para empezar a hacer régimen. Nos queda todo lo que nos sobró anoche de la cena, que todos los años decimos lo mismo, que no vamos a cocinar tanto y luego pasa lo que pasa, que volvemos a caer en el mismo error 365 noches más tarde. Pero aún hay más, nos queda el Día de Reyes, con esos roscones divinos, rellenos o no. Sin hablar, que hay que rematar restos de turrones y mantecados. O sea, que lo del régimen vamos a dejarlo para febrero.
Lo de estudiar también puede esperar, que para eso hay vacaciones hasta el día 9.
Me parece a mí que estamos empezando regular, ¿no? Así que, visto lo visto, este año me hago el propósito de no hacer propósitos, que luego no los cumplo y me da más coraje. Conforme vaya viniendo la cosa iré actuando.
Al menos, intentaré centrarme en no perder la coherencia, esa que creo que voy adquiriendo con el paso de los años, y con la que me toca lidiar en esa vorágine en la que parece convertirse la vida hoy en día, aunque a veces me sienta como un bicho raro.
En cuanto a los despropósitos, mejor ni acordarse de ellos. Este año que se ha ido ha sido en sí mismo un despropósito total, incluso con nombre propio: 2011. ¡Menudo año! Pésimo para muchas familias. Si tuviera color, sería el negro. Espero que todo lo vivido nos sirva de lección a todos, ciudadanos de pie y políticos, para que no se vuelva a repetir. Tengo una máxima en la que creo a pies juntillas: “Para atrás, ni para tomar impulso”. Llegados a este momento, creo que es de justicia darle un ligero matiz, y perdonadme la expresión: “y para atrás, para no cargarla otra vez” que creo que nos vendría fenomenal a todos.
Este año va a ser un año muy serio, austero incluso y bastante duro pero creo que iremos a mejor, aunque sea poquito a poco. Pongamos todos un poquito de nuestra parte para que poco a poco, al rostro del 2012 le vaya naciendo una sonrisa y un gesto de alivio. Por nosotros y por las generaciones venideras. Eso espero.
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