Quedan pocos días para que se arme el belén en nuestras casas, y no miento en lo que digo: probablemente para el próximo 9 de diciembre, casi la totalidad de nacimientos que se montan en nuestra geografía estarán ya instalados y brillando en nuestros negocios y hogares.
Todavía habrá algún cargante que seguirá con la absurda polémica de si se colocan la mula y el buey o no se colocan. Por mi parte, yo los voy a poner; primero, porque años me costó reponer la mula, que se nos perdió y no dábamos con una del mismo tamaño y así, durante muchas navidades hicimos el apaño con una de plastilina que parecía cualquier cosa menos una mula; y segundo, que mis figuritas tienen tantos años como yo, que hasta los colores tienen desgastados (¡anda, cómo yo!) y les tengo mucho apego.
Todo esto viene a colación de los comentarios que ha suscitado la publicación del nuevo libro de Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”. Todos los medios de comunicación se hicieron ayer eco de la noticia, por televisión, por internet, ..., y de lo que más se habló fue del asunto de la mula y el buey. ¿Qué trabajito cuesta cogerse el libro, leérselo, meditarlo y después, sacar conclusiones? Seguro que habrá en su contenido cosas más importante y esenciales que merezcan la pena conocer.
Qué mundo más falso le estamos dejando a nuestros hijos, lleno de mucha palabrería barata, de cosas fugaces, de quedarse en la superficie, de no rascar para ver el interior. Nos estamos volviendo vendedores y compradores de humo, que se desvanece en un segundo y volvemos a vender o comprar otra bocanada. Todo lo profundo nos aterra, seguramente porque nos hace dar cuenta de lo poco que somos en realidad, partículas diminutas en un universo infinito.
Todavía nos quedarán programas matutinos dándole vueltas al tema, con contertulianos que saben de mucho y no entienden de nada y que, además, "poseen" la verdad absoluta. A ellos les digo varias cositas: en ningún lugar de las Escrituras aparece la palabra “manzana” (a saber que animadversión le tenía el que fuera a dicha fruta), que las serpientes no hablan y que Adán y Eva no existen; que yo voy a poner mi mula, mi buey, mis gallinas gigantes y mi castañera, que los que tienen caganet también lo van a poner y que los comerciantes de artículos de navidad están muy tranquilitos.
Lo más importante, lo esencial es lo esencial y nada de lo que se diga puede cambiarlo, Cristo vino al mundo para salvarnos.
Y para terminar, añado el libro a mi Carta a los Reyes Magos y prometo seguir siendo buena para que me traigan algo de lo que les he pedido.
1 comentario:
Me ha encantado.
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