lunes, 27 de febrero de 2012

Brotes naranjas...




… que no verdes, como algún insensato intentó hacernos ver. Así son los primeros brotes de mi buganvilla. Ésa que compré hace ya unos dos años y que planté en mi terraza, tras tres intentos fallidos de que el aroma de un jazmín impregnara mis noches estivales. Cuando la traje a casa, lucía muchas hojas de este alegre color, pero se le fueron cayendo y se quedó sin ninguna.

Comencé el año con un deseo esperanzador de que lo peor ya había pasado, y que a partir de entonces todo iba a ir a mejor. Pero los informativos tiran por el suelo todo anhelo positivo. La cosa no pinta bien y a una no le queda más remedio que cruzar todos los dedos cruzables y rezar “Virgencita, que me quede como estoy”.

Y mira que el número me gustaba: 2012. Par y redondo, de los que llenan la boca al pronunciarlo; no suena igual que 2011, feo y soso, ó 2013, por aquello de los supersticiosos. Un número par gusta más que uno impar, aunque el 7 y el 13, por ejemplo, sean de mi agrado, uno por su simbología y el otro porque no soy nada supersticiosa.

El caso es que la gran mayoría tenemos puesta nuestra esperanza en que la situación laboral de nuestro país mejore. Hay quien lo está pasando muy, pero que muy mal, y no sale precisamente en los medios de comunicación. Cómo suele pasar, la realidad suele transcurrir anónima a los ojos de los demás y lo que se nos muestra, generalmente, se ve a través de un prisma bien ideológico, bien sentimental, bien la intención de quien nos lo muestra.

En otoño ejercimos un derecho que, gracias a Dios, conseguimos hace ya 33 años (¡vaya por Dios, la edad de Cristo!). A ver si sirve para algo. Yo tengo mi esperanza en que sí. Aunque a veces me surgen varias dudas y cuestiones que, sinceramente, me gustaría que me contestara algún político actualmente en el poder. ¿Realmente no conocían el estado real de la situación? ¿O nos la quisieron mostrar suavizada para conseguir el puesto? Si vamos a tener que apretarnos el cinturón, ¿nos lo vamos a tener que apretar todos? ¿O va a ver quien vaya vestido con una túnica amplia y cómoda?

A mi edad aún hay cosas que consiguen sorprenderme, lo malo es que generalmente suele ser en negativo. Como ciudadana, lo sobrellevo, pero como madre, me colma e indigna. ¿Qué clase de futuro les espera a mis hijos? ¿Van a tener que irse fuera como hicieron sus abuelos? Aún son adolescentes, les quedan muchos años de estudio y de formación, lo cual me produce cierto alivio. Ojalá que cuando les llegue la hora de incorporarse el mundo laboral tengan la oportunidad de desarrollar su potencial en el país que los vio nacer y crecer.

Por eso, si pudiera charlar un rato con cualquier político actual, llámese Pepito o Juanito sólo me gustaría decirle que no olvide nunca cómo ha llegado hasta su puesto. Que no se trata de un regalo. Se trata de una responsabilidad, delegada en él por miles de ciudadanos.


Que “honestidad”, “honor”, “justicia”, “honradez”, “transparencia” y muchas palabras más no sólo están en el Real Diccionario de la Academia de la Lengua Española, sino que se llevan en la conciencia de cada uno de nosotros. Y a ver si la frase “los mismos perros con distinto collar” la desterramos de una vez y para siempre al baúl de los recuerdos.

Mientras, observo como esas preciosas hojitas color naranja van creciendo, y que nuevos brotes van surgiendo con fuerza en el resto de la maceta cual augurio de mejores tiempos futuros. Ningún aroma va a impregnar deliciosamente mis noches pero, a lo mejor, mis días se van a ver alegrados por el bullicioso y alegre color de mi buganvilla.