sábado, 3 de junio de 2017

Mi mejor receta 2º parte





Como madre, llevo grabados a fuego los recuerdos más hermosos que se puede tener. Pero esta vez, mi ánimo no alberga nostalgia sino un sentimiento parecido a liberación. Y es curioso. Y sano. Aunque sea madre hasta el último hálito de mi vida, como persona, ha llegado el momento de dedicar tiempo a otras facetas de mi persona. Y es liberador.

Ayer se graduó mi hijo pequeño, aunque el calificativo le queda ídem porque nos ha sobrepasado a toda la familia en estatura. Ya no quedan niños en casa. Mi casa es ya una casa de adultos, aunque dicho con la boca chica porque las hormonas no terminan de ponerse en su sitio todavía.

Siempre defendí la máxima de “para atrás, ni para coger impulso” pero el tiempo y las circunstancias me han hecho ver que esto tiene sus matices, pero sí, siempre hay que mirar hacia delante, y con ilusión. ¿Qué le deparará el destino a mi “pequeño” clon?

Espero que mucho bueno, logrado con esfuerzo, con ilusión, con ganas, con entusiasmo. Y su alguna vez fallan las fuerzas, ahí estaré yo para empujar un poquito, como quien no quiere la cosa. Bueno, estaremos su padre y yo, porque esto es una tarea en común.

Pensé titular este post “Versión 2.0” pero no creo que sea justo. Mis hijos, aunque parte de mí, no son una versión mejorada de mi misma o de su padre, aunque tengan cosas de ambos, eso sí, mucho mejores. Digamos que han salido “más guapos que los padres”. Ellos son personas únicas y se encuentran en el punto de ir forjando su destino por si mismos aunque nosotros nos situemos en la retaguardia. Espero, con la ayuda de Dios, verlos convertidos en hombres de bien.