jueves, 11 de noviembre de 2010

La caja de música


“Lo que no se llevan los ladrones, aparece por los rincones”. Así reza el dicho, y acabo de comprobar que es una verdad como un templo. Andaba yo como loca, a mediados de junio pasado, buscando esta vieja fotografía, a resueltas de las tribulaciones de mi hijo mayor, entre exámenes de fin de curso, trabajos de tecnología y, para más inri, un baile para la asignatura de Educación Física, o como se llamaba en mis tiempos, una tabla de gimnasia. Estaba el pobre un tanto agobiado entre libros, apuntes y ensayos del dichoso bailecito.

Entonces me acordé de esta linda fotografía de mi baile particular, y corrí veloz hacia el álbum de fotos y ¡oh!, la fotografía no estaba. Removí Roma con Santiago, busqué por todos los cajones y estanterías, entre las páginas de los libros, en mi vieja caja de lata repleta de recuerdos,... y nada, la fotito sin aparecer. Pregunté a antiguas compañeras de clase si conservaban alguna copia pero nada, mi gozo en un pozo.

Y heme hoy aquí, cinco meses más tarde, cuando ordenando armarios para el cambio de temporada y, ¡voilà!, aparece en el fondo del cajón una bolsita con varias fotos, entre ellas, ésta que guarda grandes recuerdos.

¡Qué barbaridad! Tiene la friolera de ¡veintinueve años!, y al observarla detenidamente puedo volver a sentir las emociones que sentí aquellos días. Lo que me resulta más curioso es la coincidencia en edad: los benditos catorce años, sólo que yo estaba en 1º de BUP y él en 3º de ESO. La diferencia: que nosotras para nada estábamos agobiadas, y eso que también teníamos exámenes finales y todo lo demás. Pero eran otros tiempos, tiempos de cambio, de incipientes aperturas a modas venidas de allende los mares.

La clase se organizó por grupos y cada uno preparaba su coreografía, siendo obligatorios los ejercicios de voltereta hacia delante y detrás y el pino; éste último fue motivo de cachondeo en el grupo ya que éramos ocho y sólo cuatro hacían el pino mientras las otras cuatro las sujetábamos por los tobillos; como mi compañera era más bajita que yo, en los ensayos, al sujetarla, la levantaba del suelo cual jamón ante las risas del resto. En cuanto al estilo, libre, y a nuestra disposición todo el arsenal del gimnasio: aros, pelotas medicinales, cintas,…

Cada grupo eligió su música; nosotras que fuimos muy cucas, escogimos “La caja de música” una pieza instrumental preciosa, a piano, interpretada por Mari Cruz Soriano, muy propia para la ocasión por su marcado ritmo.

La elección del resto de los grupos fue de lo más variopinta: desde la banda sonora de Star Wars (la original, con sonidos de disparos láser y todo) que Mariló y Brigie interpretaron con espadas de plástico y maquillaje de purpurina hasta lo último de aquellos maravillosos años 80: “Enough is enough” de Barbra Streisand y Donna Summer.

¡Aquello fue la bomba! Lo mejor de todo, los ensayos. Aún recuerdo aquella tarde en la que toda la clase bailábamos esta canción en la clase, la mayoría, en lo alto de las mesas, al más puro estilo Fama (la original y verdadera, la de los 80), con el radiocassette a toda pastilla, cual clones de Leroy y Coco. Y es que eran los tiempos de las cintas de cassettes, sí, sí, aquellas que se enrollaban con el boli bic, los walkmans eran auténticos ladrillos en comparación con los ipods actuales. ¿Y quién no recuerda a algún pinta con el “loro” encima del hombro?

La indumentaria: mallas negras (aunque hubo alguna blanca y roja), medias a juego (no recuerdo haber roto más pares en mi vida) y zapatillas blancas. Había una tienda en el Pasaje Heredia, especializada en mallas que aquel mes de mayo hizo su particular agosto. En cuanto al peinado, mi grupo escogió un trenzado de espiga con raya en medio que se llevaba mucho en aquellos años. Lo curioso es que mi amiga Anlli y yo nos hicimos el recogido la tarde antes del “estreno” y aquella noche casi no dormimos para no despeinarnos dando vueltas en la cama.

¡Vaya recuerdos! Yo, que soy optimista y dicharachera por naturaleza, no puedo evitar sentir nostalgia al ver ésta u otra foto. Y es que eran tiempos “ignorantes”, en el sentido de que nuestra única obligación y preocupación era estudiar. Ahora, que estoy llegando al ecuador entre los cuarenta y los cincuenta, me percato que las risas han dado paso a la madurez, y que seguramente, aunque éstas son menos cuantiosas son más apreciadas. Yo sólo me conformo con que por lo menos, haya una al día, como los plátanos.

4 comentarios:

Anna ( blog princesa) dijo...

Amiga, los recuerdos siempre permancen ahi, para bien o para mal, si son para bien mucho mejor claro.
me ha encantado tu hermosa entrada y conocer un poco mas de esa juventud.

besotes

Ernestina tina777 dijo...

Como bien dices lo que no se llevan los ladrones se encuentra por los rincones, y suerte dichosa de ti de haberla encontrado, hace mucha ilusión recordar viejos tiempos.

Besos.

♥Alicia dijo...

Mi querida Bouganvilla, salí de tu cocina para entrar en este rincón tan reflexivo.
Precioso el post.
Recuperada de una crisis hipertensiva estoy en Perlitas nuevamente. Me encantó encontrar un comentario tuyo. Te extrañaba.
Deseo que tengas una Semana de abundantes bendiciones.
Un abrazo. Súper.

Anónimo dijo...

Gracias por su compartir que el Señor la bendiga un saludo en Cristo Jesús