jueves, 19 de marzo de 2020

La liebre y la tortuga


         En estos días tan duros que nos están tocando vivir, muchas son las reflexiones que se pueden extraer del por qué hemos llegado hasta este punto y  cómo vamos a salir de él.

         Un ser diminuto, tanto que no se ve ha detenido nuestra vida en medio de un gran paréntesis donde unos nos vemos obligados a vivir confinados y otros, a luchar una batalla encarnizada para recuperar nuestras vidas a costa de la suya propia.

         Hemos pasado de la incredulidad a la incertidumbre. A ver la cosa desde lejos a vivirla en primera persona. Pequeños gestos que hacíamos por inercia, cobran ahora un inmenso valor al vernos privados de  poder hacerlos: un abrazo, un beso, un simple apretón de manos, salir a la calle y pasear,…

         Y es entonces cuando me viene a la cabeza la fábula de la liebre y la tortuga. Y pienso que hemos pecado de ser LIEBRES, siempre corriendo, siempre con prisas, con multitud de tareas, con días de 24 horas que se nos hacían insuficientes. Ufanos, omnipotentes e intocables; ciudadanos de un primer mundo donde nada nos puede afectar. Y de pronto, casi sin creerlo, como en un guion de película apocalíptica, nos vemos vulnerables, débiles e indefensos.

         Y nos toca ser TORTUGA. Para reemprender el camino de manera más pausada, sin pausa pero sin prisa, deteniéndonos en los pequeños detalles, en las verdades que prevalecen, las que son eternas y nunca fallan, dándole tiempo al tiempo; volviendo a sentir el aburrimiento, ¿qué era eso?.

         Y así, poco a poco, el Planeta, con la tarea que nos toca a cada uno, seguirá girando con su ritmo natural y la vida proseguirá. Así ha sido durante siglos; tantas veces la Humanidad se ha visto expuesta a catástrofes, naturales o provocadas por ella misma y ha resurgido con más ímpetu, con valores renovados, con esa fuerza que nos caracteriza y que ahora está tan en boga nombrar: RESILIENCIA.

         Y volverán los abrazos, los besos, los apretones de manos; las calles llenas de gente, los niños jugando en el parque,…, y miraremos todo con ojos nuevos, con una mirada más limpia, más serena, más agradecida.

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