viernes, 6 de agosto de 2010

El Guardián del Castillo

Creo que estoy algo malita, padezco una “enfermedad” que se denomina Síndrome del Guardián del Castillo. No es una enfermedad grave, el único factor indispensable para contraerla es ser mamá. Eso sí, dura toda la vida, y sólo el tiempo mitiga los síntomas.

Estos son los siguientes: ser siempre la última en acostarse (a no ser que se esté pachucha o se haya tenido un duro día de trabajo), no sin antes haber hecho una revisión general a llaves del gas, cerraduras, ventanas y luces, visita obligada a todo dormitorio con inquilino, con acomodo de sábanas y mantas…y besito incluido. El lote también incluye esa última media horilla, a modo de stand by recapitular, en la que puedes disponer de todo el sofá, y tú y el mando a distancia os convertís en una réplica exacta de Gollum y su famoso Anillo.

Estos días mis hijos se encuentran de campamento, y creo que estoy sufriendo una “crisis”, la prueba: sólo llevan dos noches fuera y, cuando voy a acostarme, por inercia, mi cuerpo se dirige hacia sus dormitorios. ¡Y pensar que todavía me quedan seis noches más! Por no hablar de lo silenciosa que está la casa sin sus peleas: “¡Me ha dicho…!”, “¡me ha hecho…!”. Como se dice aquí en mi tierra, estoy como las tontas.

Y no es que nunca no hayamos separado por las noches, salvo mi segundo parto, alguna intervención quirúrgica, alguna noche en casa de un amigo y, hace años, una boda en Córdoba, a al que sólo fuimos mi marido y yo. Pero esta vez, la ausencia es más prolongada y distante.

Total, que estamos casi como al principio. Otra etapa vital superada. Al principio, éramos dos, después tres y, por último, cuatro. Quedaron atrás embarazos, partos, pañales, guarderías,… ya hemos llegado a la primera Secundaria, y con éxito, gracias a Dios.

Poco a poco, los pajarillos van dejando el nido, y con el tiempo, Dios dirá. Queda mucho (¡espero!) para que cada uno forme su propio nido, y entonces volveremos a ser, otra vez, sólo dos,… y de vez en cuando, seis, ocho, y los que vengan. Mientras tanto, estos eventos serán como una especie de entrenamiento para que llegada la hora, podamos cumplir todas esas veces que hemos dicho: “¡Cuando estemos los dos solos vamos a…!”.

De mientras, muchos sueños en familia se cumplirán, lo sé, porque a testaruda no me gana nadie, sino que le pregunten a mi marido. Y después vendrán más sueños, nuestros y de ellos. Sueños de esos de los que contaba en mi mapa de los recuerdos. ¡Ah! Y aunque mi marido intente parecer el duro y burlarse de mí, sé que está igual que yo.

1 comentario:

Iris Martinaya dijo...

Ay, mira que decimos de veces eso que dices tu, "cuando estemos los dos solos", y luego mira, no podemos estar sin ellos.

Que te sea leve, ya mismo los tienes de vuelta.

Un beso y feliz fin de semana.

Pd: Entre hoy y mañana termino Vivir amándote, siiiii, al fin.