lunes, 17 de mayo de 2010

Piedras en el tejado

Quisiera compartir una reflexión muy personal que vino precedida de una conversación, y ésta a su vez, de una pregunta. No es mi intención tirar piedras sobre mi propio tejado, y mucho menos, levantar ampollas, pero el pensamiento surge libre, y no se puede evitar que la razón o, a veces, la sinrazón corran atrevidamente.

Uno de los instintos básicos del mundo animal es el instinto de protección, y se podría afirmar que está más arraigado en las hembras que en los machos de las especies. No es difícil ver en cualquier documental como éstas cuidan de sus crías incluso dando su vida por ellas.

En los seres humanos pasa lo mismo, sólo con la diferencia de que nosotros somos, o decimos, ser seres racionales. La pregunta que inspiró este post fue la siguiente: “¿Es lo mismo ser suegra de yerno que suegra de nuera?” Mi respuesta me sorprendió incluso a mí misma. Pienso que no, que por muy racionales que pretendamos ser nos traiciona nuestro instinto animal, ese instinto que quiere proteger lo que consideramos que es nuestro y que nos duele más que nada ni nadie: los hijos.

Y es ahí donde se origina una contraposición de sentimientos un tanto peculiar: si somos suegras de yerno, el “rival” es distinto a nosotras, y el ser amado común comparte nuestra esencia femenina, existe un vínculo madre-hija que no se puede romper. Pero, ¡ay si ocurre al revés! La “rival” es igual a nosotras, y tendemos a pensar que viene a robarnos el puesto. El vínculo madre-hijo pierde fuerza. Realmente curioso.

Pero entra en juego otra característica única del hombre: nuestra capacidad de amar. Y no hay nada más. Es lo único que prevalece. Cuando hay amor, no existe rivalidad. Sólo se busca lo mejor para el otro. Quién da amor, recibe amor.

Es por eso que las mujeres deberíamos querernos más unas a otras. Tenemos que ser aliadas. De nosotras depende hacer un mundo mejor, más justo. Madres, hijas, suegras, nueras, tías, primas, sobrinas, abuelas, nietas, todas unidas por la misma causa.

Yo, que soy madre de varones, tomo esta máxima como lema. Y le pido a Dios, que me ayude cuando llegue la hora, aunque pensándolo bien, ya está haciendo algo por mí: tengo a mi lado a mi Pepito Grillo del corazón, que me acompaña siempre y que sé que no dejará que me lleven mis instintos.

2 comentarios:

♥Alicia dijo...

Cuando hay amor, no existe rivalidad. Sólo se busca lo mejor para el otro.

Dios quiera que aprendamos a ser buenas nueras, buenas madres, buenas suegras... en definitiva buenas personas. Mujeres que buscan el bien de los que amamos a costa de nuestro egoísmo.

Un abrazo fuerte fuerte para tí amiga.

Iris Martinaya dijo...

Que bonito y si que razón, ¿por qué las mujeres nos atacamos entre nosotras?

Un beso