lunes, 13 de septiembre de 2010

Titulitis

“Dícese de la enfermedad cuyo síntoma principal es creerse superior a los demás simplemente por tener estudios, particularmente, universitarios.” ¿Qué es lo que hace grande a una persona? Sencillamente, la humildad. Cuanto más humilde de corazón es una persona, más grande es.

Hoy tuve una agradable coincidencia: en el transcurso de la mañana me encontré, a diferentes horas, con dos amigos de la adolescencia. Hacía mucho tiempo que no los veía, a uno más que al otro pero el encuentro de hoy ha sido uno de esos momentos en los que se recupera la fe en el ser humano, o al menos, así lo veo yo.

Uno de ellos es abogado, el otro enfermero, más a la sazón, matrón. Son personas cualificadas y seguramente con una situación económica más que asegurada. Sin embargo, tiene algo que ya poseían cuando éramos niños, y es precisamente eso, humildad.

Todavía recuerdo nuestras correrías en el patio de la iglesia, con las consabidas regañinas de Rorro. Los dos eran muy donjuanes, pero las niñas los toreábamos con guasa, porque eran muy buena gente. Y así siguen siendo. No hace falta que una los vea para que el saludo tenga lugar, son ellos los que si te ven primero, se acercan a saludarte. Y siempre con la alegría de quien ve a alguien a quien aprecia.

Y es que no todo el mundo es igual; hay quien, con menos, ya se cree el Príncipe de Persia. Generalmente, estas situaciones, que me podrían causar cierto malestar, me las suelo tomar con sorna, no lo puedo evitar, y gracias a Dios, porque si no estaría siempre mosqueada y no es plan. Por eso, cuando me encuentro con alguien que hace mucho tiempo que no veía y me dice: “Yo trabajo en…., y tú, ¿estás trabajando?”, le contesto con guasa: “Dentro de casa, veinticuatro horas?”

Y es que no lo puedo evitar, hay cosas que hay que tomárselas con pitorreo; es lo mismo que me pasó una vez en la puerta del colegio: llevaba puesto un mambito suelto que capturó las miradas curiosas de más de una madre, hasta que hubo alguien que no pudo resistir la curiosidad y me preguntó si estaba embarazada, a lo que yo le respondí que no, que lo que estaba era gorda. O la vez que me preguntaron si me había echado mechas en el pelo, a lo que contesté que se me estaba cayendo el tinte. ¿Qué le vamos a hacer? Otra cosa que todos deberíamos de tener, aparte de la humildad, es sentido del humor.

3 comentarios:

Anna (blog princesa) dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. La humildad es la base de una persona. De nada vale la superioridad ni la arrogancia. Una persona con aires de ser superior a otra es oscena. Para mi ser humilde es mi mayor virtud y jamas quiero cambiar eso ¡ jamas!

Besotes y me ha encantado tu entrada

♥Alicia dijo...

Hola amiga, siempre vamos a encontrar personas arrogantes y Dios quiera que siempre nos sirvan de espejo para no llegar a ser así.
Que bueno que tuviste un buen reencuentro con tus amigos de infancia y como decimos en Argentina "a comentarios electrizantes oídos desconectados"
Un abrazo amiga querida y felices dias.

Iris Martinaya dijo...

Totalmente de acuerdo!! Esa enfermedad la padece mucha gente, algunos que no saben ni donde están parados, pero...

Digo lo mismo que Ana, es más, como te he dicho más de una vez, te autorizo y te pido, que si alguna vez la padezco me des un cogotazo.

Como me he reído al recordar esas anécdotas que ya me habías contado antes.

Besos y feliz miércoles.